Tipos de yoga
En un estudio, 34 mujeres diagnosticadas de trastorno de ansiedad participaron en clases de yoga dos veces por semana durante dos meses. Al final de la investigación, las que practicaron yoga tenían niveles de ansiedad significativamente más bajos que el grupo de control (consulta el estudio: 6).
Un estudio de 2013 también descubrió que practicar yoga podría ayudar a mejorar el equilibrio y la movilidad en adultos mayores (33). Practicar solo de 15 a 30 minutos de yoga al día puede suponer una gran diferencia para quienes buscan mejorar su rendimiento al aumentar la flexibilidad y el equilibrio.
En un estudio, 287 estudiantes universitarios asistieron a una clase de 15 semanas en la que se les enseñaron varias posturas de yoga y ejercicios de respiración. Al final del estudio, experimentaron un aumento significativo de su capacidad vital (34).
Beneficios espirituales del yoga
El yoga, como otros ejercicios físicos y técnicas de relajación, es una actividad complementaria al tratamiento psicológico. Los psicólogos animan a enriquecer el repertorio de aficiones para mejorar el control del estado de ánimo y, en consecuencia, disfrutar más de la vida.
En particular, a las personas ansiosas, estresadas y/o que padecen alguna fobia se les ofrece la posibilidad de tranquilizarse. Quienes tienen dificultades para relajarse pueden disfrutar del momento de paz interior que proporciona la actividad física.
¿Cuántas veces a la semana?
Swami Swatmarama, un sabio del siglo XV compiló el Hatha Yoga Pradipika y describió brevemente seis miembros del yoga para alcanzar el Samadhi sin el largo proceso de los dos primeros pasos de Yamas y Niyamas. El Hatha Yoga también se conoce como Shatanga Yoga (yoga de los seis miembros).
Nacido en una familia Jain donde el yoga ha sido la forma de vida durante cinco generaciones, mi viaje formal de yoga comenzó a la edad de ocho años en una escuela védica en la India. Allí recibí una base sólida en las escrituras antiguas, incluyendo Vedas, Upanishads, Bhagavad Gita, y Yoga Sutras (por nombrar algunos).
Yoga corporal antes y después
Por estas razones, siempre imaginé que mis alumnos tendrían la oportunidad de practicar yoga. Fue entonces cuando, hace 20 años, mi profesora Adriana Cuoco Viana me animó a empezar a trabajar con niños. Por supuesto, esta idea me entusiasmó, pero me preguntaba: ¿por dónde empezar?
Empecé a enseñar a niños, pensando que debían aprender de forma similar a los adultos. Un día, estaba con ocho niñas en mi espacio de yoga. Mientras buscaba mi cuaderno, las niñas cogieron mi canga, que era amarilla, y la de otra niña, que era azul. Con las cangas hicieron un cielo con un sol y me dijeron: “Maestra, ¿cómo vamos a saludar al sol sin el sol? Ahora sí, ¡tenemos el cielo y el sol y podemos saludarlo!”.
Ese fue el día en que hice un clic, me desperté y pensé: “Tengo que pararlo todo y cambiar mis lecciones…”. Me paré de verdad e hice un gran descubrimiento: tengo que tener un método creativo. En cuanto llegué a casa, muy motivada por este nuevo descubrimiento, empecé a reformular mis clases para hacerlas más atractivas y creativas para los niños.